
¿Le habría parecido bien a Zapatero dialogar con Franco y decirle que estaba equivocado?
El ex presidente español intenta a como de lugar sentar a la oposición y al gobierno a dialogar, lo que es insólito es que no se haya dado cuenta que a Maduro, más que un diálogo, ha demostrado con sus actuaciones que lo que le va es un monólogo.
Angel V Cardiel @AngelRValdes
El ex presidente del gobierno español José Luis Rodríguez Zapatero insiste en pedir tiempo y darle la oportunidad al diálogo, en un intento de demorar la propuesta del secretario general de la Organización de Estados Americanos, Luis Almagro, de ventilar la situación de Venezuela en un Consejo Permanente de la Organización.No se ha dado cuenta el señor Zapatero que al gobierno de Venezuela no le interesa el diálogo. No recuerda que ya se intentó dialogar una vez y no se llegó a ningún lado porque Nicolás Maduro, Diosdado Cabello, Delcy Rodríguez, Bernardo Álvarez y compañía entienden el diálogo solo cuando todos validan al 100% sus posiciones.
No se ha fijado el señor Zapatero que Maduro y cualquier representante del gobierno venezolano responden con insultos a quien sugiera el más mínimo detalle contrario a sus pensamientos e intereses. Ese el diálogo que conocen.
Pero como el señor Zapatero parece no tenerlo muy claro, se lo explicaré aquí con algunos ejemplos que le pueden ser más cercanos, a ver si entiende mejor el absurdo que trae entre manos.
El simple hecho de que se tengan que hacer “20 reuniones con el gobierno y representantes de oposición” –según sus propias palabras- deja sentado a las claras que no estamos hablando de un gobierno democrático, y por lo tanto el diálogo no es una posibilidad.
Y es que no se concibe un gobierno democrático que requiera de asesoría y asistencia internacional para dialogar con los conciudadanos que tienen una visión diferente a la de ellos. Si eso ocurre es porque el diálogo no es natural o simplemente no existe.
No recuerdo a Felipe González o a Dolores Ibarruri sentados un una mesa con Francisco Franco para discutir los problemas de la España de los 50’s o los 60’s. Tampoco pretende Nicolás Maduro escuchar voces contrarias. Lo ha dicho por activa y por pasiva, su revolución no se negocia.
La Constitución venezolana tiene establecidos claramente los espacios de diálogo, el problema es que todas esas instancias han sido violadas por el gobierno que preside Nicolás Maduro.
El primer espacio para discutir ideas y leyes es la Asamblea Nacional. Cuando el gobierno ejercía mayoría su mejor argumento de discusión de diferencias fueron los golpes, las barras para silenciar a los parlamentarios de oposición y los vetos y amenazas permanentes de Diosdado Cabello, presidente de la Asamblea, a las voces disidentes. Se llegó incluso a la expulsión de María Corina Machado, la diputada más votada en el periodo parlamentario anterior.
Lo más parecido que recuerdo a eso en un parlamento fue el diálogo que estableció el teniente coronel Manuel Tejero con Adolfo Suárez y Gutiérrez Mellado el 23 de febrero de 1981. “¡Qué se sienten, coño!”
El actual parlamento, elegido por el pueblo con una gran mayoría a favor de la oposición, ha sido enmudecido por un Tribunal Supremo de Justicia forjado a última hora y a las sombras con “jueces” que son abiertamente parte del gobierno. Cada una de las leyes relevantes han sido injustificadamente decretadas ilegales por esos “jueces” de acomodo. Es obvio que el gobierno no acepta diálogo, solo monólogo.
Otro espacio de discusión son los juzgados. Ahí se supone que dialogan acusadores y acusados con un mediador supuestamente imparcial. En esta Venezuela los procesos a opositores se demoran, se suspenden y cuando finalmente llegan a una resolución, las sentencias no consideran los hechos ni los dichos, sino lo que está “entre líneas” -cita textual de la sentencia de Leopoldo López, por ejemplo.
No sé si a Zapatero estos juicios le recordarán a lo que hacía Queipo del Llano en España, pero a mí sí.
El tercer espacio natural de expresión es la calle. Pero la calle es peligrosa en Venezuela. Las manifestaciones de oposición son bienvenidas por el gobierno con “gas del bueno”, barreras policiales que impiden el paso y milicias armadas que disparan a matar. A Maduro y sus militares le gustan tanto las reuniones de calle de la oposición como le gustaban a Franco, a Fuerza Nueva y los Guerrilleros de Cristo Rey.
Tal vez no lo sepamos, y en su análisis de la historia al señor Rodríguez Zapatero le hubiese parecido razonable que su PSOE se hubiese sentado a dialogar con Franco para llegar a acuerdos de cómo el generalísimo debía gobernar mejor a España. Sería bueno que nos lo aclarase.
Espero haber sido lo suficientemente instructivo para que el señor Zapatero entienda que no hay diálogo posible en Venezuela, porque la parte que pide dialogar –el gobierno- realmente no quiere hacerlo, simplemente necesita oxígeno para que sus esvásticas no queden al descubierto en la OEA.
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